Estén siempre alegres. Tercer domingo de Adviento

Con Cristo comienza un nuevo tiempo, de fiesta, de gala, un año de gracia que se prolonga. Llega la salvación de Dios, y triunfará su justicia.

Tres claves:
. La alegría, que brota de ser agradecidos, de la esperanza, de no dejar entrar en el corazón del mal, de saber descubrir lo bueno dentro y fuera de la comunidad.
. ¿Quién eres? Frente a Jesús, frente a la salvación que viene a traer, ¿dónde te ubicás? La pregunta de los dirigentes a Juan nos interpela.
. Alguien al que ustedes no conocen: Y nosotros, ¿lo conocemos?, ¿comulgamos con su Evangelio, con su llamado a la conversión, con la vida nueva que nos propone?

Las lecturas:

Is 61,1-2a.10-11: Un año (tiempo, desde Cristo hasta hoy y más allá) de gracia, de libertad, de reconciliación, que inaugurará el Ungido del Señor. La fuerza de las promesas.

La unción con aceite era un rito para instituir reyes y sacerdotes. Aquí, la unción proviene del mismo Dios, que envía a su mensajero para una misión muy clara: anunciar un nuevo tiempo, de libertad y liberación, de salud, de gracia. Se trata de una figura mesiánica, ya que "Mesías" quiere decir "Ungido". El "año de gracia" representaba un "corte" en la vida de Israel, cada 7 años ("año sabático") o cada 49 ("año jubilar"). A lo largo de ese año se perdonaban las deudas, se restituía la propiedad al que la había perdido, se devolvía la libertad a los que habían sido esclavizados por problemas económicos, etc. Aunque pocas veces se vivió tal como lo expresa la Palabra, tiene fuerza como ideal y como promesa de cumplimiento en el futuro, el futuro que el mismo Jesús viene a inaugurar.

Este texto es especialmente querido por los Redentoristas, ya que la cita del capítulo 4 del Evangelio de Lucas en el que Jesús mismo lo lee en la sinagoga de Nazaret y lo aplica a sí mismo inspiró el camino misionero de San Alfonso y el pedido que hizo a la Santa Sede para que aprobara el Instituto.

1 Tes 5,16-24 Examinar todo y quedarse con lo bueno
En estos domingos de Adviento, las segundas lecturas nos están dando la pauta de cómo vivir esperando la llegada del Señor. En este domingo, la primera invitación, que es la "fuente" de las demás, es a la alegría. ¿De dónde se nutre esta alegría? De la acción de gracias, de la apertura a lo que Dios va obrando y diciendo dentro de la comunidad, y también afuera de la Iglesia (examínenlo todo y quédense con lo bueno), de alejarse del mal. La esperanza hace que podamos ver la "mitad llena" del vaso, que podamos descubrir a Dios obrando el bien de muchas formas en el mundo. La vida cristiana manifiesta un equilibrio sano frente al mundo: ser críticos, rechazar lo malo, pero reconocer y valorar lo bueno, lo bello.

Jn 1,6-8.19-28 ¿Quién eres?
El prólogo del Evangelio según San Juan habla de la Palabra de Dios (Logos -griego-, Verbo -raíz latina-), de su participación en la Creación y en la Salvación, y de su encarnación en nuestro mundo, para ser luz, para permitirnos ser verdaderamente hijos de Dios. En este Prólogo aparece la figura de Juan el Bautista, presente en todos los Evangelios, como el precursor del Mesías, como el último de los profetas del Antiguo Testamento. Juan dispone el corazón de la gente con su bautismo de conversión, de reconocimiento de los pecados, para poder recibir al Señor.

¿Comenzaron verdaderamente los últimos tiempos, los tiempos mesiánicos, de la intervención definitiva de Dios? Los dirigentes del pueblo no conocen al Bautista (lo confunden con el Mesías, con Elías -el que debía venir para preparar la llegada del Mesías-, con "el Profeta" -figura también del Mesías-). Tampoco conocen a Jesús, aunque ya vive con ellos.